martes, 17 de junio de 2008

LA CULTURA MADRE. ( * )


La cultura olmeca es la esencia y la fundación de nuestra civilización. Los rasgos culturales más importantes que estarán vigentes por lo menos durante tres milenios del desarrollo humano que se implementó en lo que hoy conforma el territorio nacional y del cual somos herederos únicos y legítimos.
La iconografía, la arquitectura, los símbolos filosóficos-religiosos de la serpiente, el jaguar, el águila, que aparecieron claramente definidos en los testimonios de la cultura olmeca, seguirán vigentes durante los sucesivos periodos hasta el momento de la invasión. El optimismo por la vida, capaz de realizar inconmensurables proyectos espirituales que dejaron impresionante huella en la materia; sean pirámides, sistemas complejos de habitaciones sin ningún uso doméstico o habitacional, hasta formidables sistemas hidráulicos, con presas y canales o kilómetros de caminos empedrados.

“Y ahora júzguese el progreso del fenómeno cultural ocurrido en el territorio de Mesoamérica durante cerca de tres milenios; piénsese en la índole de la humana energía que poseyó la capacidad de edificar, entre otras muchas, las ciudades antes indicadas, ciudades en las cuales dieron flor y frutos las artes y las ciencias; donde la sabiduría sirvió de raíz y coronamiento a los gigantescos esfuerzos materiales requeridos por tal edificación.
Habrá que concluir que sólo una concepción moral plenamente optimista y feliz, habida por el hombre acerca de sí mismo y de su mundo, pudo engendrar el núcleo de esa energía incalculable. Una dichosa concepción humanista de veneración por la vida en la totalidad de sus manifestaciones”. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Lo cierto, la vigente y palpable de la herencia Olmeca y que ha sido trasmitido a las culturas posteriores, quienes lo desarrollaron y llevaron a expresiones exquisitas de la cultura y el arte, cada una dándole su toque y su acento personal. Es sin lugar a dudas su optimismo por la vida y su sentido místico y espiritual de la existencia y el universo.

“Con ellos (los olmecas) comienza en definitiva lo que lícitamente puede considerarse la cultura mesoamericana en su plenitud. Por una razón que explicaré más adelante, ellos lograron difundir los principios de su idea del hombre y del mundo hacia los pueblos contemporáneos suyos y, lo que es incluso más significativo, consiguieron hacerlos vivir en la integridad de las maneras culturales que surgieron en Mesoamérica aún miles de años después que ellos habían desaparecido, logrando que tales maneras de cultura fueran, por su fondo común, una cultura única.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Mucho nos falta por descubrir sobre la antigua cultura olmeca y desacreditar todas las mentiras que se han escrito doctamente en contra de ella. En efecto, como las universidades norteamericanas pueden financiar a sus investigadores, estos han escrito mucho sobre los olmecas. La mayor parte son sus “Propias conjeturas” nacidas de juicios equivocados desde su primera raíz y que se han ido acumulando con el tiempo.

“Con respecto de los olmecas, se ha conjeturado acertadamente de la posibilidad de que hayan implantado un imperio; según tal conjetura, habrían extendido su influjo en la Mesoamérica de entonces valiéndose de la fuerza de efectivos militares. Nada se ha encontrado que llegue a probar tal cosa, ni en sus representaciones plásticas ni en otros de sus vestigios arqueológicos. Ninguna huella suya se tiene de armas de agresión o defensa, salvo algún puñado de puntas de flecha descubiertas en La Venta. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Sin embargo, en México se empiezan a publicar investigaciones inteligentes, descolonizadas y libres de prejuicios, como las del Dr. Rubén Bonifaz Nuño, quien nos señala un nuevo camino. Ver con nuestros propios ojos, pensar con nuestras propias ideas y sentir con nuestros propios sentimientos, es la escuela que crea Bonifaz Nuño. Pero existen otros caminos, como pueden ser la tradición oral, los linajes de conocimiento o por la delicada vía de los enteógenos.

“De esta suerte, valiéndose de análogas complicidades, los eruditos estadounidenses han formado, respecto de la cultura olmeca, un sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales características son el desdén y la ignorancia.
Condenable es eso, pero no es, en mi opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos, voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización extranjera, se sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones de los eruditos estadounidenses, y las repitan y las confirman como verdades, acaso con el deseo y la esperanza de que éstos los tengan por iguales suyos.
De estos casos, por obvio principio de dignidad, no quiero ofrecer ningún ejemplo.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)

Aunque parezca atrevido suponerlo, necesitamos descubrir lo que existe de la cultura olmeca en los mexicanos del siglo XXI. Entender nuestra continuidad histórica y cultural a lo largo de estos ocho mil años, es uno de los desafíos más importantes que tenemos aquellos que deseamos acabar con la colonización y construir una sociedad justa y armoniosa. Los olmecas y el fruto de su sabiduría no han muerto o esta desaparecida. Es parte intrínseca de lo que hoy somos. Es la cultura propia nuestra que no compartimos con ningún otro pueblo del mundo.

¨Victoriosas sobre las injurias y el desprecio de los extranjeros, se levantan aún las señales de aquel sistema espiritual de iluminación que construyeron nuestras antiguas ciudades.
Allí el urbanismo, la ingeniería, la arquitectura, la escultura, la metalurgia, la pintura, las artes todas, allí las ciencias, la matemática, la astronomía, la medición del tiempo, florecieron obedientes al mismo entusiasmo del hombre seguro de sí mismo, orgulloso de ser fuente y camino ascendente de la perfección de la vida.
Feliz, el hombre vivió y edificó durante cerca de 30 siglos el glorioso testimonio de su paso sobre la tierra.
Fundamento ideal para la felicidad de los hombres actuales, la creación olmeca, es decir la maravilla de la cultura de Mesoamérica, permanece allí, multiplicada en obras que son ejemplo sin tregua.
Y esa maravilla es herencia nuestra particular que nos honra y nos distingue entre todos. (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

Todas las culturas posteriores a la olmeca tendrán su influencia. La estructura filosófico-cultural que legaron los toltecas al Anáhuac será uno de los testimonios que nos confirman la existencia de una sola civilización con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio. Pero todas nacidas, todas con la raíz olmeca, todas compartiendo la misma esencia filosófica.

Por ello, afirmamos que existe una continuidad cultural y civilizatoria, no sólo en el período anterior a la invasión, sino lo que no quieren aceptar los colonizadores, que existe una continuidad civilizatoria y cultural en estos quinientos años de colonización. No se puede negar que en este periodo se “podó la fronda” de manera brutal, pero que la raíz ha seguido viva. También no podemos negar que esta raíz se a apropiado culturalmente de otros elementos, no sólo de la cultura occidental, sino de otros pueblos del mundo. Lo que la ha enriquecido y fortalecido.

El gran desafío es vencer la colonización metal y espiritual. Lograr hacer conciente esta herencia cultural y usarla para reconstruir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.


Tomado del libro HISTORIA VERDADERA DEL MÉXICO PROFUNDO

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