miércoles, 6 de agosto de 2008

EL DESCENSO DEL ESPÍRITU ( * )


Hace milenios los antiguos toltecas a través del "ver", descubrieron que la Tierra es un ser vivo y consciente cuya conciencia, de alguna manera, puede afectar a los seres humanos modernos por vivir en el reflejo de sí mismos.

En el Anáhuac los seres humanos comunes mantenían una profunda relación con La Tierra a quien llamaban Tonatzín, “nuestra Madre querida”. Pero existían una serie muy extensa de advocaciones que los españoles llamaron “dioses”, pero que los anahuacas tomaban como variantes de una misma realidad. El contacto y el equilibrio con la naturaleza y el cosmos era la base sustentadora de la vida de los pueblos antiguos, no solo del Anáhuac, sino del todo el mundo.

El ser humano “moderno” ha perdido la capacidad de "conectarse" con el todo que le rodea. La vorágine de la vida cotidiana -angustia, preocupaciones, el tener, las frustraciones, los miedos, las tecnologías, etc. -ocupa toda nuestra atención y no nos permite damos cuenta que estamos unidos con todo lo demás.

Las personas “modernas” han fincado su existencia en el consumo. Lo divino y lo sagrado, lo inconmensurable ha desparecido de su vida y de su mundo. Las necesidades de consumo del ser humano moderno son ilimitadas y la adicción al consumo se vuelve una droga.

“Don Juan me pidió prestar mucha atención a lo que iba a decir. Dijo que hacía miles de años, por medio de su capacidad de ver, los brujos descubrieron que la tierra es un ser vivo y consciente, cuya conciencia puede afectar la conciencia de los seres humanos...
Don Juan me había asegurado que nuestra gran falla colectiva, es el vivir nuestras vidas sin tomar en cuenta para nada esa conexión. Para nosotros, lo precipitado de nuestra existencia, nuestros inflexibles intereses, preocu­paciones, esperanzas, frustraciones y miedos, tienen prioridad. En el plano de nuestros asuntos prácticos, no tenemos ni la más vaga idea de que estamos unidos con todo lo demás.”… Carlos Castaneda. El Conocimiento Silencioso.


( * ) Tomado del libro PARA LEER A CARLOS CASTANEDA

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