viernes, 2 de mayo de 2014

SEGUNDO MANIFIESTO DE LA TOLTECÁYOTL PARA EL CEM ANÁHUAC 1/3


Cada una de las seis civilizaciones más antiguas del planeta con origen autónomo han creado una estructura de conocimiento, no solo que llene de significados las aspiraciones, tradiciones, usos y costumbres de cada pueblo en su vida cotidiana, así como que les brinden normas morales, éticas, jurídicas y organizativas, creando además, los conocimientos del mundo material que les rodea para poder sostener, preservar y acrecentar las posibilidades de su desarrollo y permanencia material; sino lo que sería la esencia y raíz de su existencia, es decir, el “meta-objetivo” que concatena  a todos los saberes y conocimientos, desde los más básicos elementales hasta los inherentes a la trascendencia de la existencia en planos superiores de la conciencia.


No es una casualidad que en el vértice superior de esta inconmensurable pirámide de sabiduría, las seis civilizaciones Madre del planeta llegan, -sin ponerse de acuerdo-, a un asombroso parecido de sabiduría humana. En efecto, en medio de una variedad de climas, latitudes, culturas, lenguas y razas, los seres humanos ponen sus aspiraciones más elevadas en la exaltación de los valores espirituales y la búsqueda de la trascendencia del plano material al inconmensurable universo del Espíritu.


Los grandes avatares y maestros buscaron en la sabiduría perenne “la verdad” por diferentes caminos y coincidían en llegar al mismo punto, la necesidad de potenciar las capacidades más elevadas y sublimes del ser humano para el desarrollo del aspecto espiritual de su humanidad. Ya fuera Hermes Trismegisto, Krishna o Quetzalcóatl, entre otros.


En el centro y la estructura más íntima de todas las civilizaciones existe un conjunto sistematizado de conocimientos y sabiduría que orientan, le da sentido y proyectan toda obra material e inmaterial de sucesivas generaciones que a través de los siglos y en algunos casos, milenios, le dan “cuerpo, rostro y alma” a cada civilización.


Para el caso de nuestra Civilización Madre nombrada por nuestros Viejos Abuelos como Cem Anáhuac, ese conjunto de conocimientos, sentimientos, aspiraciones e instituciones se le conoce como Toltecáyotl y se inicia desde que el ser humano dejó de ser nómada, cazador, recolector, aproximadamente en el sexto milenio a.C. y empezó su acenso en la búsqueda de trascender su vida material en niveles más elevados de la consciencia en el plano espiritual.
La visión e ideología colonial y neocolonial han creado dogmas como  que “todo lo pasado es primitivo”. 


No necesariamente es así, y en el campo del conocimiento se empieza a “descubrir”, -con mucha resistencia-, que las civilizaciones del pasado poseyeron conocimientos que la actual “civilización moderna” ignora. También se ha creado un dogma sobre “la historia universal” de la versión eurocéntrica, que con los nuevos descubrimientos arqueológicos se está derrumbando como un castillo de naipes. Otro dogma es que el ser humano siempre ha vivido con las ideas del presente y que no ha habido otra forma de ver el mundo y la vida, como en los dibujos animados de “Los Picapiedra”.


Día a día aparecen indicios serios y consistentes de que han existido “otras humanidades” que rompen la cronología histórica eurocéntrica. Nuestros Viejos Abuelos hablan de cuatro Soles anteriores, que bien pudieron ser “universales” y no solo regionales. Cuatro desarrollos humanos que fracasaron y fueron destruidos por terribles catástrofes. Existe una gran similitud de esta “memoria histórica humana” en muchos pueblos antiguos del planeta.


La visión colonial que tienen los investigadores de nuestros Viejos Abuelos, como dice el Dr. Rubén Bonifaz Nuño, es que eran “primitivos, campesinos que solo pensaban en sus cosechas, adornando al sol y al agua”, viviendo en pequeños y diferenciados espacios culturales sin conexión o comunicación alguna. Totalmente falso y doloso. El concepto de “Ixachillan” en lengua náhuatl se refiere a la conciencia continental y el de “Cem Anáhuac”, sitúa en el “tlatípac” (lo que está sobre la tierra), el concepto de unidad en la diversidad cultural de la Civilización Madre, y en lengua náhuatl significa “los que están enteramente juntos en torno a las grandes aguas”, es decir, entre el Océano Pacífico y el Golfo de México, desde lo que es hoy el Norte de los E.U. (Ce Acatl y Michoacán en náhuatl y Seattle y Michigan en inglés).


De modo que los Viejos Abuelos tenían una conciencia asombrosamente perfecta “del tiempo y del espacio”, y que, muy seguramente, estamos frente a una sola civilización continental, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego y no dos, como ahora afirma el eurocentrismo (Tawantinsuyo y Anáhuac).


La civilización del Cem Anáhuac, es una sola civilización con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio, unidas indisolublemente por la Toltecáyotl como una “matriz-raíz” filosófico-cultural, y en un proceso de evolución constante hasta nuestros días. Los invasores, desde los conquistadores y los colonizadores, unos nos describieron y los otros nos “estudiaron” por “nuestras diferencias” y no por nuestras semejanzas, que son muchas más, toda vez que compartimos la misma “raíz-matriz” conocida por todos los pueblos en tiempo y espacio como Toltecáyotl.


La invención de la agricultura, con la domesticación de plantas como la calabaza, el chile, el frijol, los nopales, el cacahuate, el amaranto, la chía, pero especialmente la “invención” del maíz, al trasformar genéticamente el teocintle en maíz, así como las obras de ingeniería hidráulica, permitieron el despegue de nuestro desarrollo humano al proporcionarle a los pueblos el tiempo y la energía suficiente para investigar, reflexionar, sistematizar y transmitir el conocimiento de una generación a otra, elevando su calidad y su nivel de vida.


De este modo y de manera sucinta podemos decir que desde la invención de la agricultura hasta la invasión europea trascurrieron siete milenios y medio de un desarrollo humano endógeno. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos que la civilización del Cem Anáhuac fue la civilización que alcanzó el más alto nivel y calidad de vida PARA TODO SU PUEBLO en la historia de la humanidad. Porque las élites siempre han vivido bien, pero los niveles de alimentación, salud, educación, organización social y régimen jurídico alanzados para casi todos los pueblos del Anáhuac, especialmente en el periodo Clásico, es único en la historia de la humanidad.


Si solamente comparamos la calidad y nivel de vida de un ciudadano promedio en Tenochtitlán y los de un ciudadano común de París en 1500, no tienen comparación alguna. La ciudad de México Tenochtitlán, en el periodo Postclásico (decadente), era una de las ciudades más grandes del mundo. Tenochtitlán tenía agua potable, drenaje, la retícula perfecta de sus calles, calzadas y canales. 


La alimentación era de alto nivel nutricional y sus medidas higiénicas  eran asombrosamente sanas y rigurosas, como el baño diario y el temazcal, la higiene de las casas y edificios públicos, así como las calles y plazas, era responsabilidad compartida por toda la población. Pero fundamentalmente, existía una educación obligatoria y gratuita para todos, sin excepción de rango o estatus.


Los especialistas, a estos 7500 años de desarrollo humano endógeno lo dividen en tres partes para entenderlo mejor.  Ya que, además de ser muy grande, tiene estadios de desarrollo muy diferenciados.


El primero, Periodo Preclásico o formativo, aproximadamente se identifica del año seis mil al 200 a.C., representado por la llamada “cultura olmeca”. Periodo en el que se sentaron las bases de conocimiento a través de lo que se conoce como “pirámide de desarrollo humano tolteca” y que va desde los aspectos materiales de la “subsistencia” (tangibles), hasta los conocimientos de la “trascendencia” (intangibles).


El segundo periodo, conocido como Clásico o del esplendor se desarrolla del año 200 a.C. a 850 d.C. Representado por la llamada “cultura tolteca”, en el cual se llegó a alcanzar el nivel más alto de desarrollo humano para toda la población en la historia de la humanidad y que finalizó con lo que los investigadores llaman “colapso del Periodo Clásico Superior”, ya que en una generación, de manera simultánea y concertada, en todo el Cem Anáhuac, misteriosamente se abandonaron las llamadas ahora “zonas arqueológicas” y desaparecieron los seres de conocimiento, dejando la profecía de su retorno en el año “uno caña”.


El tercer periodo, conocido como Postclásico, transcurre del 850 d.C. con la partida de los venerables maestros a 1521 d.C. con la caída de Tenochtitlán. Ante la ausencia de los generadores del conocimiento y la “inercia de la materia”, empezó un paulatino deterioro de las prácticas emanadas de la Toltecáyotl. Se crearon los Altépetl o Señoríos y varios tlatoanis del Cem Anáhuac trataron de restaurar la hegemonía tolteca, pero a través de las armas. Este periodo es nombrado por el Dr. López Austin como el Estado Suyuano.


Los mexicas representan este periodo, aunque llegaron al Altiplano en el Siglo XIII. En 1325 fundan Tenochtitlán y en 1440 comienzan su expansión que durará solo 81 años de “relativo poder”, su ideólogo el longevo Cihuacóatl, Tlacaélel, ordenó las reformas filosóficas y religiosas que transgredieron el pensamiento y práctica espiritual tolteca y la convirtieron en una ideología materialista, místico, guerrera. 


Las cuales funcionaron como la justificación de su política imperialista, pero finalmente, la trasgresión del pensamiento de Quetzalcóatl fue el motivo de su posterior derrota al momento de que Hernán Cortés, asumiéndose como el enviado de Quetzalcóatl, -por la información que le proporcionó Malinche-, provocó una guerra civil en el mundo náhuatl del Altiplano Central, no en todo el Cem Anáhuac y no con las demás culturas, quienes no recibieron a los españoles como enviados de Quetzalcóatl.



La “historia oficial” del Estado neocolonial criollo ha distorsionado dolosamente la verdad argumentando que los mexicas eran dominadores de todo el Cem Anáhuac, poniendo a los mexicas como “los romanos del nuevo mundo” para exaltar la “heroica conquista” de un puñado de españoles. Exagera el número de los sacrificios humanos y describe a los pueblos y culturas anahuacas como salvajes, guerreros y caníbales, para justificar los crímenes de lesa humanidad y el holocausto cometido por ellos, a una civilización que nada les había hecho. Continua.




Visite www.toltecayotl.org 


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre profe Marín, excelente. Muchas gracias y no para por favor.
Guadalupe Lozano.

Anónimo dijo...

profeta de marras, entiende que mis viejos abulos se rieron a los tuyos y de esos ya no queda ninguno, así que a currarle y dejarse de bobadas